jueves, 12 de agosto de 2010

Otra mirada sobre Clarice Lispector

Ella tuvo dos valentías: la de ir a las fuentes -a lo extraño del yo. La de volver, a ella, casi sin el yo, sin renegar de la ida. Se deslizó fuera del yo, tuvo esa severidad, esa paciencia violenta, salió por despegue, por irradiación, por despojamiento de los sentidos, hay que desnudar la vista, hasta la vista desnuda, hay que quitar a los ojos las miradas que rodean, verter las miradas que reclaman, como si fueran lágrimas, des-mirar hasta la vista sin proyecto, la contemplación.

Ella tuvo la doble valentía que sólo tienen las mujeres, cuando han seguido el curso del miedo, y han descendido por él hasta el desierto, y lo han reconocido hasta la muerte, y ahí, lo han probado para volver, no sin miedo, pero capaces en lo sucesivo de miedo vivo. Más grandes. El valor de no creer, y luego el valor de empezar a tener maravillosamente ganas de vivir antes, antes de toda explicación, antes de toda razón, antes de toda esperanza. O después.


Hélène Cixous. La risa de la medusa. Anthropos Editorial (1995).

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