sábado, 11 de septiembre de 2010

Dos poemas de Sylvia Plath

ARIEL
.
Estático en la oscuridad.
Luego, el chorro azul y sin sustancia
del tolmo y de las lejanías.
.
Leona de Dios,
¡cómo nos vamos uniendo,
eje de talones y rodillas!...El surco
.
se abre y pasa, hermano del
arco marrón
del cuello que no alcanzo a atrapar.
.
Bayas con ojos
de raza negra
arrojan oscuros anzuelos...
.
Negras y dulces bocanadas de sangre,
sombras.
Algo distinto
.
me transporta por los aires...
Muslos, cabello;
escamas que se desprenden de mis talones.
.
Blanca
Godiva, me despojo
de manos muertas y muertos aprietos.
.
Y ahora
me hago espuma de trigo, centelleo de mares.
El grito del niño
.
se funde en la pared.
Y yo
soy la flecha,
el rocío que vuela
suicida, unido al impulso
que conduce al ojo
.
rojo: al caldero de la mañana.
.
.
.
PALABRAS
.
Hachas
a cuyo golpe la madera resuena,
¡y los ecos!
Ecos que se desplazan
desde el centro, como caballos.
.
La savia
mano como lágrimas, como el
agua que se esfuerza
en recomponer su espejo
sobre la roca
.
que gotea y da vueltas,
cráneo blanco
carcomido por verdes herbosos.
Años más tarde
me las encuentro en el camino...
.
Palabras secas y sin jinete,
el ruido infatigable de los cascos.
Mientras,
desde el fondo del estanque, fijas estrellas
rigen una vida.
.
.
Sylvia Plath, de su libro Ariel, 1965 (1932, Boston- 1963, Londres). Poesía: El coloso, 1960. Cruzando el agua, 1971. Árboles de invierno, 1972. Poemas completos, 1981. Poesía completa, Bartleby editores, 2008. Prosa: La campana de cristal, 1963

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