domingo, 3 de abril de 2011

Entrevista a John Cheever

Annette Grant entrevistó a John Cheever para The Paris Review. El reportaje se realizó, en numerosas ocasiones, entre 1969 y 1976. Según la periodista, un hombre difícil de entrevistar. En el copete, contó algunas de las peripecias: ...Cheever no presta atención a las críticas, nunca relee sus novelas ni sus relatos una vez publicados, y suele mostrarse poco preciso acerca de los detalles. Le desagrada hablar de su trabajo porque prefiere no mirar hacia donde ha estado, sino hacia donde va...Aunque Cheever hablaba libremente sobre sí mismo, cambiaba de tema cuando la conversación se orientaba hacia su obra...Durante el transcurso de varias visitas, lo que de hecho hicimos la mayor parte del tiempo fue comer, beber, caminar, nadar, jugar a backgammon o ver televisión...
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Estaba leyendo las confesiones de un novelista sobre escribir novelas: "Si quieres ser fiel a la realidad, empieza a mentir sobre ella". ¿Qué le parece?
Tonterías. Para empezar las palabras verdad y realidad no poseen significado alguno si no se fijan en un marco de referencia comprensible. No hay verdades obstinadas. En lo que respecta a mentir, me parece que la falsedad es un elemento fundamental de la ficción. Parte de la emoción de que le cuenten a uno una historia procede del hecho de ser engañado o seducido. Nabokov es un maestro en este tema. Contar mentiras es una especie de juego de manos que muestra nuestros sentimientos más profundos acerca de la vida.
¿Puede poner un ejemplo de una mentira absurda que diga mucho acerca de la vida?
Por supuesto. Los votos del sagrado matrimonio.
¿Y qué ocurre con la verosimilitud y la realidad?
La verosimilitud es, a mi entender, una técnica que uno explota para asegurar al lector la veracidad de lo que se está contando. Si el lector realmente cree que está sobre una alfombra, la puedes sacar de debajo de él. Claro que la verosimilitud es también una mentira. Lo que he querido siempre de la verosimilitud es la probabilidad, que es en gran medida el modo en que vivo. Esta mesa parece real, la cesta de fruta pertenecía a mi abuela, pero una loca podría entrar por la puerta en cualquier momento.
¿Qué siente al desprenderse de sus libros cuando los termina?
Tras terminar un libro, suelo tener una sensación de fatiga clínica. Cuando terminé mi primera novela, La familia Wapshot, estaba muy contento con ella. Nos fuimos a Europa y nos quedamos allí, así es que no vi las críticas y durante casi diez años no supe que no le había gustado a Maxwell Gesimar. El escándalo Wapshot resultó muy distinto. Nunca me gustó mucho el libro, y cuando quedó terminado yo estaba mal. Quería quemar el libro. Me despertaba por la noche y oía la voz de Hemingway -de hecho nunca he oído la voz de Hemingway, pero era evidente que era la suya- diciendo: Esta es la pequeña agonía. La gran agonía viene más tarde. Me levantaba y me sentaba al borde de la bañera y fumaba sin parar hasta las tres o cuatro de la mañana. Una vez juré a los poderes oscuros que estaban fuera de la ventana que nunca, nunca jamás volvería a intentar ser mejor que Irving Wallace.
No fue tan mal después de Bullet Park, en el que había logrado exactamente lo que deseaba: un reparto de tres personajes, un estilo de prosa sencilla y resonante, y una escena en la que un hombre salvaba a su amado hijo de morir en el fuego. El manuscrito obtuvo una acogida entusiasta en todas partes pero cuando Benjamin DeMott lo machacó en el Times, todo el mundo tiró la toalla y se fue corriendo a casa. Me hice daño en la pierna izquierda en un accidente y terminé tan arruinado que preparé los papeles para que trabajara mi hijo menor. Fue sencillamente una cuestión de mala suerte periodística y de haber sobrevalorado mis poderes. Sin embargo, cuando terminas un libro, sea como sea recibido, se produce un cierto desplazamiento de la imaginación. Yo no lo llamaría trastorno. Pero terminar una novela, suponiendo que es algo que quieres hacer y que te tomas muy en serio, siempre implica cierto impacto psicológico.
¿Cuánto tarda en desaparecer el impacto psicológico? ¿Existe algún tratamiento para él?
No sé muy bien qué quiere decir con tratamiento. Para disminuir el impacto juego a dados, me emborracho, me voy a Egipto, siego el campo, echo un polvo. Me meto en una piscina fría.
¿Adoptan los personajes identidades propias? ¿Se vuelven alguna vez tan ingobernables que tiene que eliminarlos de la obra?.
La leyenda de que los personajes salen huyendo de sus autores, que toman drogas, cambian de sexo y se convierten en presidente, implica que el escritor es un estúpido que no tiene ningún conocimiento ni dominio de su oficio. Eso es absurdo. Claro que cualquier ejercicio imaginativo valioso aprovecha una memoria tan compleja y apabullante que disfruta realmente del carácter expansivo -los giros sorprendentes, la respuesta a la luz y a la oscuridad- de cualquier ser vivo. Pero la idea de que los autores vayan corriendo inútilmente tras sus estúpidas invenciones resulta deleznable.
¿Tiene que ser el novelista el propio crítico?
No tengo vocabulario crítico y poseo muy poca perspicacia crítica. Creo que éste es uno de los motivos por los que siempre me muestro evasivo con los entrevistadores. Mi comprensión crítica de la literatura se sitúa mayoritariamente a un nivel práctico. Utilizo lo que quiero, y eso puede ser cualquier cosa. Cavalcanti, Dante, Frost, cualquiera. Mi biblioteca está terriblemente desordenada y desorganizada; arranco lo que deseo. No creo que un escritor tenga la responsabilidad de contemplar la literatura como un proceso continuo. Considero que muy poca literatura es inmortal. A lo largo de mi vida he conocido libros que han servido maravillosamente bien y luego han perdido su utilidad, quizá por poco tiempo.
¿Cómo "utiliza" esos libros...y qué es lo que hace que pierdan su "utilidad"?
Utilizo un libro en el sentido de la excitación que me provoca encontrarme como receptor de nuestro medio de comunicación más íntimo y agudo. A veces son caprichos pasajeros.
Suponiendo que carece de un vocabulario crítico ¿cómo, entonces, sin una larga educación formal, se explica sus considerables conocimientos?
No soy un erudito. No lamento esta falta de disciplina, pero admiro la erudición de mis colegas. Claro que tampoco soy ignorante. Esto puede explicarse por el hecho de que me crié en la última época de la Nueva Inglaterra cultural. Todo el mundo en mi familia pintaba, escribía, cantaba y sobre todo leía, ya que la lectura era un medio de comunicación bastante común y aceptado en Nueva Inglaterra al comienzo de la década. Mi madre afirmaba haber leído Middlemarch trece veces; me atrevería a decir que no. Tardaría una vida entera.
¿Acaso no lo hacía un personaje de La familia Wapshot?
Sí, Honora...o no recuerdo quién...afirma haber leído trece veces ese libro. Mi madre solía dejar Middlemarch fuera en el jardín y le llovía encima. Gran parte de ella está en la novela; es cierto.
En ese libro, uno casi tiene la sensación de haber estado escuchando a su familia a escondidas
La Familia no se publicó (y ésto fue una consideración) hasta la muerte de mi madre. Una tía (que no aparece en el libro) dijo: No volvería a hablarte si no supiera que tiene doble personalidad.
¿Creen su familia o amigos a menudo que aparecen en sus libros?
Sólo (y creo que todos piensan lo mismo) en un sentido de desprestigio. Si pones a alguien con un audífono, asumen que los has descrito...aunque el personaje puede ser de otro país y tener un papel completamente distinto. Si pones a gente enfermiza o torpe o imperfecta en algún sentido, se identifican inmediatamente. Pero si pones gente hermosa, nunca se sienten identificados. La gente siempre está más dispuesta a criticarse que a hablar bien de sí misma, sobre todo la gente que lee ficción. No sé cuál es el vínculo que establecen. Por ejemplo, me ha pasado que una mujer cruzara un gran salón de actos para decirme: ¿Por qué escribió una historia sobre mí?. Y yo intentando averiguar qué historia había escrito. Bueno, al parecer diez relatos atrás mencioné a alguien con los ojos rojos; ella se percató que tenía los ojos inyectados en sangre ese día y asumió que la había tomado como modelo.
¿Les indigna, creen que no tienen sus derechos respecto a sus propias vidas?
Sería más agradable si pensaran en el aspecto creativo de la escritura. No me gusta ver a personajes que creen que les han calumniado cuando nadie pretendía eso. Claro que algunos escritores jóvenes tratan de ser insultantes. Y algunos viejos también. La calumnia es, por supuesto, una fuente enorme de energía. Pero estas no son las energías puras de la ficción, sino sencillamente el carácter calumnioso de un niño. Es lo que uno encuentra en los trabajos de los estudiantes novatos. La calumnia no es una de mis energías.
¿Cree que su pantalla interior de la imaginación, el modo en el que proyecta los personajes, se ha visto influida en algún sentido por el cine?
Los escritores de mi generación y los que crecieron con el cine han aprendido mucho sobre estos medios infinitamente distintos y saben qué es lo mejor para la cámara y lo mejor para el escritor. Uno aprende a saltarse la escena de la multitud, la puerta profética, la ironía banal de acercar la imagen a las patas de gallo de la bella. Creo que la diferencia entre estos oficios se entiende claramente, y por tanto no sale ninguna película buena de la adaptación de una buena novela. Me encantaría escribir un guión original si encontrara un director comprensivo. Hace años René Clair iba a rodar una de mis historias, pero tan pronto como la oficina comercial se enteró se llevaron todo el dinero.
(continúa)
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John Cheever (1912, Quincy, Massachusetts -Ossining, New York, 1982), de The Paris Review. Entrevistas. El Aleph Editores, 2007. Selección de Ignacio Echaverría. Traducción: Raquel Herrera. Libros de Cheever editados, entre otros: La Familia Wapshot. La geometría del amor. Falconer. Esto parece el paraíso. Relatos I. Relatos II. Diarios.

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